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La Ley
2017

A project for Hecha la ley hecha la trampa curated by Maykson Cardoso

Kentaro Terajima’s session for La Ley



In 1926, Constantin Brancusi had an exhibition at the Brummer Gallery in New York for which he sent twenty-six sculptures from France. When the sculptures arrived at US customs, the officers inspected them and insisted that Bird in Space should pay import taxes, because both the bronze –the material used for its manufacture– and its shape did not leave them room for doubt that they were dealing with an industrial object and not a work of art. If this example, in fact, sheds light on the obsession the artist had on a finish that would erase the marks of his workmanship –as Rosalind Krauss points out in Passages in Modern Sculpture–, he also demonstrates that customs also operate as a control device that not only regulates the movement of goods between countries, but can also decide what is and what is not a work of art, through questionable criteria from the point of view of the theory and critique of art.
First, Hecha la ley, hecha la trampa, had the goal to test and check those border control devices by experiencing the smuggling contemporary art. Second, it also proposed to revive an alternative proposed by Lucy Lippard at the end of the 70’s, the “suitcase shows”, a series of conceptual art exhibitions that could be moved across countries simply as luggage. The planning to make these premises possible was designed in order to invite artists that could be interested to participate in a project that was dealing with the border concept, move the works from Brazil to Spain, inside luggage, and sold them in several exhibition actions that would take place during my residency –since only sales on one side of the border will confer those works the status of contraband. At the end, seven artists joined the proposal from Brazil.
Andrea Gómez named her project La Ley and made a series of letterpress postcards with quotes extracted from the texts that we read during our research, making special reference to the subject of borders. The ink contained Cochinilla and mdma. She invited Kentaro Terajima to play a techno session while printing. The sound of the music blended with the rithmic sound of the letterpress machines. It was a gathering, a listening experience, the act of printing itself turned into a kind of ritualistic situation. 

Maykson Cardoso







         “Cuando mataron a Dios el hombre se quedó sin la fuente de su definición. ¿Quién iba a determinar lo que estaba bien y lo que estaba mal? ¿Bajo que parámetros el ser humano se iba a relacionar con el mundo? ¿Y con sus objetos? la secularización trajo consigo la angustia del huérfano. Y la angustia de huérfano reforzó el nudo de la venda del ciego.

    La razón logró aliviar la agonía metafísica del desamparado. El aparato simbólico divino, aquel que insuflaba significado a la vida, paso a estar en manos de las leyes de la ciencia y de la razón. La estrategia fue sencilla. Un clavo quita a otro clavo. Desde entonces, la razón dictaría lo que debiera ser sacralizado, sublimado, vivido, visible. Pero también, lo que debería ser profanado, reducido a los márgenes, degradado a la periferia, a lo invisible.

    De esta manera, estos dos estadios, lo profano y lo sagrado, se creyeron separados gracias a las sentencias de una frontera que los alejaba. La creencia en la razón dotaría al hombre de la esencia sagrada a la vez que la oscuridad de lo profano se convertía en un tabú o en objeto de desprecio. Lo sagrado bajo el amparo de la norma ya no podría ser pervertido.

    Nosotros, hijos de la llamada postmodernidad, nos aferramos a relatos fugaces y a modelos consumibles. Ni la razón ni la religión consuelan el miedo a descubrirnos vivos. La angustia de sabernos sin orden, sin arquetipos, nos sume en la incertidumbre del caos, aquella que allana el terreno al capital y la mercancía profética ¿cuáles son ahora nuestros Dioses?
    La ley, título que cobija la obra de Andrea Gómez creada para el proyecto “Hecha la ley, hecha la trampa” no solo pone en evidencia los mecanismos de las reglas fronterizas en tanto dispositivo que delimita como han de ser vividos los objetos, sino la importancia de los rituales para consagrar un saberse estar en el mundo, para fijar el sentido de las cosas que el hombre crea.

    Pudo ser la fusión del sonido de las válvulas de la imprenta con el ritmo del techno, o el MDMA mezclado con la Cochinilla que corría por la cabeza de algunos invitados lo que reveló el espacio entre, aquel que Turner llamó espacio liminal y del cual la artista hizo uso para devolver a lo profano su carácter sagrado, y viceversa. Nos encontrábamos en medio de un rito de paso en el que no se estaba ni aquí ni allí, sino en una especie de limbo que dejaba a un lado las posiciones que exigen las leyes, las costumbres, las convenciones dando pie al transito desde el cual es posible la perversión de lo aceptado, y el cuestionamiento de lo prohibido, aquel que da pie a un estado mágico en dónde el hombre se enfrenta a su potencia para crear nuevos mitos.

    Aquel día, nos habían reunido para ser testigos de una ceremonia en la que pocos sabían que una generación estaba intentando desatar el nudo de su propia venda, buscar sus propios dioses, visibilizar a sus invisibles”.


Violeta Mayoral